miércoles, 23 de marzo de 2011

Cristina: un corazón noble y espíritu soñador

De caminar sereno y pausado. De pocas palabras. De mirada tímida y distante. De carácter apacible. De corazón noble y espíritu soñador.











Sus trece años de vida los ha dedicado, con verdadera vocación, a ser "las manos y los pies” de su abuela. A ser los ojos y la esperanza de la señora Balbina -una mujer de 72 años con una discapacidad en las piernas- para quien sus impedimentos físicos no han sido limitación para desarrollar su vida familiar.

Cristina apenas ha aprendido a leer y escribir. Su principal formación la ha recibido de su abuela Balbina. Para ella -al contrario del común de los jóvenes de su edad- la escuela no es una prioridad. Su principal responsabilidad es atender a esa madre, quien representa todo en su vida. La acompaña, le ayuda con las labores diarias del hogar, y se ocupa de cuidarla día y noche, como un verdadero ser excepcional. Esta joven -de vestir sencillo y descalzo- ha tenido que sacrificar su niñez para dedicarse por completo a su abuela, quien ha sido su madre y su padre a la vez.

Sus distracciones pasan entre la rutina de los quehaceres del hogar. Entre el almuerzo, la limpieza de la humilde casa donde habitan y el vaivén de los mandados que tiene hacer en el pueblo.


Cristina no conoce la frustración, ni el sentimiento de reproche por todos los sacrificios que, a su corta edad, le ha tocado asumir, y la han hecho tomar responsabilidades que naturalmente -o en otros contextos- no le corresponderían.

Ir a la escuela para Cristina representa un verdadero sacrificio. Su día comienza horas antes de alistarse y recoger sus útiles para irse a clases. Su rutina, comienza bien temprano, para poder cumplir con todas sus obligaciones en el hogar. A las 5 de la mañana, ya está despierta, para preparar las arepas del desayuno; atender a la señora Balbina y darle su tratamiento médico. Antes de pensar en irse a la escuela, atiende a los animales que tienen en la casa. A las 7, está lista para tomar su morral, cruzar la quebrada y sentarse en un pupitre para las lecciones escolares.


A mediodía regresa para continuar con sus tareas hogareñas y a cumplir con esas obligaciones que le corresponden y que no escogió, pero que realiza con mucho amor y dedicación.


Desde muy pequeña, Cristina, sueña con estudiar, tomar una carrera universitaria y formarse como una educadora. Sueña con aprender para enseñar a los demás. Anhela trabajar y esforzarse para poder ofrecerle una mejor calidad de vida a esa madre a quien le demuestra el amor en cada gesto y a acción, de la manera más pura y sincera que humanamente se pueda expresar.






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